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COMO ADORAR

“Llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.  Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como El mismo lo quiere.” (Jn. 4, 23-24).  

Y … ¿qué es adorar al Padre en espíritu y en verdad”?  Es reconocer en nuestro interior lo que somos de verdad:  hechura de Dios, propiedad de Dios.

“Tú el Hacedor, y yo la hechura”  (Santa Catalina de Siena, Diálogos:  Gusté y ví).

¿Nos reconocemos así?  ¿Reconocemos a Dios como nuestro Hacedor y, por tanto, nuestro Dueño?   ¿Nos comportamos así … como creaturas? ¿O nos comportamos como dueños de nosotros mismos para estar a tónica con el mundo del que no debemos formar parte?  “Ellos no son del mundo” (Jn. 17, 16)?

Podemos ser adoradores en espíritu y en verdad en la medida en que  realmente nos rindamos ante El.  Rendirse ante El.  Eso es adorar a Dios;  eso es  a d o r a r l o.

Como los Reyes Magos al estar frente al Niño Jesús (“Vieron al Niño con María  y, postrados, le adoraron” (Mt. 2, 11).

Como los 24 ancianos en la Liturgia Celestial que describe el Apocalipsis, que representan al pueblo de Dios fiel (“Se arrodillan ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono ”-Ap. 4, 10)

Debemos inclinarnos, arrodillarnos, postrarnos ante El, pero no sólo con el gesto físico que debemos hacer, sino verdaderamente en actitud de inferioridad absoluta ante Quien nos posee, porque nos ha creado.   En actitud de quitarnos nuestras coronas de orgullo, de engreimiento, de independencia ante Dios.  Quitarnos el hábito de estar continuamente tratando de disponerle a El. 

Adorar a Dios, entonces, es tomar conciencia de nuestra dependencia de El y de la consecuencia lógica de esa dependencia:  entregarnos a El y a su Voluntad.  No tener voluntad propia, sino adherir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. 

Tenemos libertad para escoger, pero ser libres no es hacer lo que queramos.  Ser libres es escoger libremente a Dios y su Voluntad.   Ser libres es ir descubriendo la Voluntad de Dios en la oración.

Es la adoración al Señor lo que nos  hará libres, porque al adorar estamos en la Verdad:  nos reconocemos creaturas, es decir, hechura de Dios, dependientes de El.  Reconocemos que no nos valemos por nosotros mismos (si cada latido de nuestro corazón depende de El, ¿de qué podemos presumir?) 

En la adoración nos encontramos con Dios y nos reconocemos sus creaturas, dependientes de El, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin.

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