mons. Santana

MONSEÑOR UBALDO SANTANA
Arzobispo de Maracaibo, Venezuela

HOMILIA
PRONUNCIADA EN
LA EUCARISTIA SOLEMNE

EN HONOR A
NSTRA SRA DE CHINQUINQUIRA PATRONA DEL ZULIA

Introducción

Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos, presbíteros concelebrantes, consagrados y consagradas, autoridades nacionales y regionales, civiles y militares, invitados especiales, representantes de los medios de comunicación que cubren esta celebración, hermanos televidentes, peregrinos del Zulia, de Venezuela y de otras partes del mundo, amado pueblo chiquinquireño, asamblea santa de Dios.

Es una gracia inmensa la que Dios nos concede esta tarde al invitarnos a participar en esta santa misa en honor de nuestra patrona Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El Zulia y Maracaibo se visten de gala para celebrar la fiesta de su celestial patrona. El prodigio de la radio y de la televisión ensancha el espacio de esta plazoleta para que millones de radioyentes y telespectadores compartan con nosotros esta jubilosa acción de gracias.

¿Quién causa tanta alegría?

Hemos venido esta tarde a dar infinitas gracias a Dios por la lluvia incesante de bendiciones que en su inmensa misericordia, no ha cesado de derramar sobre sus devotos chiquinquireños y sobre el suelo zuliano.

Nuestra Señora del Rosario es uno de los signos preferidos por Dios Padre para iluminar esta parte del nuevo mundo con el resplandor de su amor redentor. Como lo señalé en mi reciente carta pastoral, “América fue bautizada en los brazos maternales de María . Desde su manifestación en Chiquinquirá en 1586, en territorio neogranadino, los innumerables favores concedidos por la Virgen Santísima a sus rendidos devotos, hicieron que su culto se extendiera no solamente en el Virreinato mismo sino también en otras provincias de América y especialmente en Venezuela. En brazos de los frailes agustinos entró por el Táchira. Fueron ellos también quienes en 1601 erigieron una capilla en su honor en la próspera población costera de San Nicolás de Tolentino de Gibraltar. A fines de la primera mitad del siglo XVII la encontramos en una encomienda cercana a la ciudad de Carora, venerada con el título de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Aregue. En la costa oriental del Lago, en lo que es hoy la sufragánea diócesis de Cabimas, la veneran desde 1651 bajo la advocación de Nuestra Señora de Paraute. Y en una madrugada de inicios del siglo XVIII, la tablita viajera, al ritmo de los marullos del Coquivacoa, completó su periplo de amor y se entregó mansamente al pueblo amado en las manos de una humilde mujer saladillera.

Con el correr de los siglos, la devoción a la Reina Chiquinquireña se fue arraigando de tal modo en el corazón del pueblo cristiano que ha llegado a constituirse en parte esencial de la identidad y del gentilicio zuliano. Quien no ama a la Chinita no es zuliano, no es marabino, no ama a esta tierra. Estamos celebrando, mis amados hermanos y hermanas, una  alianza de amor de inquebrantable fidelidad que tiene más  de trecientos años de antigüedad.

María de Chiquinquirá, nos ha ido acompañando a todo lo largo de nuestra azarosa historia. No cesa de convocarnos en torno a su trono de amor para enseñarnos a ser una sola familia de hermanos y hermanas en Cristo Jesús sin distingos de clases y jerarquías (Cf. Gal 3,28). Es ella la que ha hecho de estos cristianos un pueblo religioso, que busca a Dios y tiene hambre y sed de su Palabra de Vida. Ella ha sido la catequista admirable que, caminando a nuestro lado a lo largo de más de tres centurias, nos ha enseñado a establecer una sólida alianza de fe con Dios y a tomar como norma suprema de nuestra vida el mandamiento del amor que Jesucristo su Hijo nos entregó (Jn 13, 34-35).

Ante tan consistentes muestras de fidelidad y de amor, deseoso de contribuir en el fortalecimiento de tan formidable alianza para que nunca se rompa, he tomado la decisión de declarar este año, año jubilar chiquinquireño. Tenemos todo este año, hermanos y hermanas, para ratificar de modo especial, pública y solemnemente, la alianza de amor que Dios ha establecido con este pueblo a través de la Madre de su hijo Jesús.

María, victoria de Dios sobre las fuerzas del pecado

Este año sentimos también la apremiante necesidad de congregarnos en torno a la Madre para pedirle nos consiga el supremo don de la paz porque se encuentra en estos momentos seriamente amenazada. El Santo Padre Benedicto XVI ha insistido en numerosos mensajes y en su encíclica que sin paz no hay desarrollo humano integral posible y sin desarrollo humano pleno no habrá paz para todos..

Hace pocos días, Mons. Mario Moronta, obispo de San Cristóbal dirigió un dramático mensaje a sus condiocesanos, “ante el cada vez más frecuente recurso a la violencia, el aumento de la inseguridad y la alarmante descomposición moral que atenta contra la vida serena y la paz social de los habitantes” del Táchira. En su mensaje ratifica la “firme convicción de que ninguna persona, grupo o institución es dueña de la de vida ni de la libertad de los seres humanos…Un auténtico seguidor de Jesús de Nazaret opta por hacer realidad la paz en todos los campos: en el hogar, en la comunidad, en la nación y entre las naciones”. Quiero manifestarle al Obispo del Táchira mi plena solidaridad con su oportuno mensaje así como con sus valientes pronunciamientos porque en nuestras fronteras y en todo el territorio zuliano estamos confrontando situaciones similares que afectan gravemente la calidad de vida de sus habitantes.

El gran papa Paulo VI escribía en 1969: “El hombre está hecho para la paz, porque la paz es la idea que dirige el progreso humano…Pero la paz no se goza; se crea. La paz no es una meta alcanzada, es un nivel superior al que todos y cada uno debemos aspirar siempre por ser la condición indispensable para el desarrollo, la felicidad y prosperidad de los individuos y las naciones; es la causa verdadera de la humanidad que es necesario promover y sostener con toda entereza porque su pérdida representa la calamidad más grande que le puede acaecer a los pueblos”.

Comentando este texto, mi predecesor en esta sede, el gran arzobispo, Mons. Domingo Roa Pérez, hizo estas profundas reflexiones:

“La paz como lo sabemos puede ser alterada en el ámbito internacional cuando las naciones para la solución de sus diferencias e intereses encontrados apelan a la guerra, que se ha hecho cada vez más brutal a medida que aumentan los medios de aniquilamiento total.

La guerra es la expresión más horripilante de la barbarie, la negación de los grandes valores del espíritu y la humillación más degradante que puede sufrir una nación, cuyas vidas, riquezas, obras de arte, adelantos y conquistas culturales son sometidas sin misericordia a la destrucción. Por ello dijo Pío XII en ocasión memorable  <con la guerra todo se pierde>

Y aludiendo concretamente a Venezuela el insigne pastor concluía con voz profética: “Los que hemos vivido en un país bendecido por el Señor con el don de la Paz no tenemos ni siquiera idea de lo que significa una guerra. La mejor manera de agradecerlo es la de contribuir con nuestras oraciones y sacrificios a la paz de las naciones y esforzarnos porque el pueblo venezolano sea cultivador y amante de este beneficio”

Los cristianos profesamos que Jesucristo, el Hijo que Dios, nacido de María virgen, nos ha conseguido con su muerte y resurrección, el don precioso de la paz y se hace presente en medio de nosotros para comunicarnos su paz, hacernos constructores de paz y promotores del perdón y de la reconciliación, (Cf. Jn 20, 19-20). Estos dones son las materias primas irremplazables para transformar el mundo y renovar la sociedad humana. Que el Señor sople con  fuerza  su Espíritu para que podamos  luchar contra las fuerzas del odio, de la violencia y del egoísmo que amenazan la estabilidad de nuestra convivencia y podamos contribuir en el establecimiento en Venezuela de su reino de paz, de justicia, de libertad, de amor y de santidad . La paz es fruto de la justicia y a su vez fructifica en la comunión y la unidad.

He aquí a tu hijo. He ahí a tu madre

Hemos escuchado el evangelio en el que Jesús crucificado le entrega a María el discípulo amado y al discípulo amado su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26). El evangelista añade que “desde aquel momento el discípulo la recibió como suya” es decir como el bien más precioso de su vida. No estamos solo delante de un acto responsable del hijo moribundo para asegurarle protección futura a su madre. El mensaje es mucho más profundo. Las palabras pronunciadas por el Señor inmediatamente después revelan su intención: “sabiendo Jesús que todo se había cumplido”. La misión que Jesús acaba de cumplir con la doble entrega es la de llevar a la humanidad a vivir con la fuerza del Espíritu Santo la unidad que el Hijo comparte con su Padre: “te pido que todos sean uno lo mismo que tu y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tu me has enviado” (Jn 17,21).

El gesto final de Jesús es invitar a María y al discípulo a ser uno como el y el Padre son uno. Jesús no le dice al discípulo: -“ahí tienes a mi madre” sino –“Ahí tienes a tu madre”. Al pedirle a su madre que sea madre del discípulo amado Jesús le está pidiendo que lo engendre como hijo suyo como lo engendró a él; y cuando le pide a Juan que adopte a María como madre suya y la tome como su mayor tesoro, le está pidiendo en cambio que se vuelva Jesús para ella. Esa es la suprema experiencia de comunión y de amor que Jesús quiere que se produzca en la humanidad, empezando por su madre y sus discípulos. Que seamos uno en Cristo Jesús.

Orígenes, ese prominente teólogo de los primeros tiempos cristianos, considera este momento esencial para entender el evangelio de San Juan. Comentando este pasaje evangélico escribe: “nadie puede entender el evangelio si no ha reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y no ha recibido a María como madre, tal como le ocurrió al discípulo amado”.

En este evangelio se juntan dos momentos claves de la vida y de la misión de la Virgen María: el momento en que engendra al Hijo de Dios hecho hombre por el poder del Espíritu Santo y el momento en que por el mismo poder engendra a los discípulos amados de Jesús, su Iglesia, que es su cuerpo. Ese es el milagro que deseamos María de Chiquinquirá realice al recibirla como madre nuestra en esta su casa que es la Iglesia particular marabina: el milagro de la unidad y de la fraternidad.

Nos encontramos en el año sacerdotal, gran regalo del Papa Benedicto XVI a la Iglesia universal. Por eso junto con todos ustedes quiero dar gracias a Dios por todos los abnegados sacerdotes que han realizado su servicio sacerdotal en esta parroquia de San Juan de Dios y basílica de la Chinita. Entre tantos beneméritos levitas bendigo a Dios por el Padre José de Jesús Romero, artífice de la reconstrucción del templo chiquinquireño y promotor con la Sra. María Camarillo de lo que hoy es el Hospital Chiquinquirá; por el P. Antonio María Soto, fundador de la organización apostólica de los Servidores de María y promotor conjuntamente con el Siervo de Dios Mons. Arturo Celestino Álvarez, de la coronación canónica de la sagrada imagen y de la elevación del templo de San Juan de Dios a la categoría de basílica menor; por el P. Ángel Ríos Carvajal, sacerdote sinamaiquero quien por su gran celo pastoral y sacerdotal se granjeó el cariño y la admiración de sus fieles y contribuyó con el embellecimiento interior y exterior de la basílica. A el se debe en particular la construcción del camerino de la Chinita. Bendigo al Padre por ese gran hombre de Dios que fue Mons. Olegario Villalobos, sacerdote mariano por excelencia, por el gran impulso que le dio a la devoción chiquinquireña y por la difusión en los hogares marabinos del rezo del Santo Rosario a través de las ondas radiales de la voz de la Fe.

Quiero por fin agradecer al equipo pastoral actual quien bajo la sapiente conducción del Pbro. Eleuterio Cuevas le ha dado una nueva proyección apostólica y misionera a la parroquia, ha mejorado considerablemente su infraestructura de servicios y ha llevado a cabo con celeridad y diligencia la restauración de las imágenes de la Chinita y sus fieles acompañantes que nos dan la bienvenida desde el pináculo de la fachada. Oremos, mis hermanos, por la santificación y renovación espiritual y pastoral de todos nuestros sacerdotes.

La eucaristía es la máxima fiesta de los cristianos.

Hermanos y hermanas, coloquemos con confianza en las manos de nuestra madre nuestro Estado, nuestro país y nuestra provincia eclesiástica de Maracaibo. Que la presencia de María nos anime aseguir avanzando en la realización de la Misión Continental y a prepararnos para el Congreso Americano Misionero que tendrá lugar Dios mediante en esta ciudad en el 2013. Que la participación en el santo sacrificio de la misa, nos haga más discípulos misioneros de Jesucristo para que seamos capaces con El de llevar a los más necesitados el evangelio de la vida y de la esperanza.

Conclusión. Oración

Nuestra Señora del Rosario, Virgen amada,

Que venciste con tu pureza virginal y tu humilde obediencia las potencias malignas propagadoras del pecado y de la muerte,

Aquí venimos contigo al pie de la cruz para oír de labios de Jesús, aquellas benditas palabras: <Mujer, ahí tienes a tu hijo>y recoger la herencia que el nos entrega: <He ahí a tu madre>.

Desde aquella alborada en que aquella bienaventurada cristiana, te recogió y te llevó a su casa, el pueblo zuliano te ha adoptado también para siempre como su madre y señora y te considera su mayor tesoro. Tenéis casa y familia a granel porque cada zuliano te ha levantado un trono dentro de su corazón
Tu que fuiste escogida para engendrar con la fuerza del Espíritu Santo un Jesús en cada discípulo que te reciba en su casa, quita de nuestros corazones el miedo que dispersa y divide y aleja de nuestras mentes  la tentación de recurrir a la violencia para dirimir nuestros conflictos

Enséñanos a ser como tu, sierva obediente de la Palabra, dóciles a las mociones del Espíritu Santo. Muéstranos cómo hacer del Zulia un solo hogar, de Venezuela una sola familia, de nuestra Iglesia una escuela, casa y taller de comunión, participación y solidaridad.

Tu que has recorrido toda la geografía nacional llevando el evangelio de la conversión, de la comunión y de la solidaridad, transforma este lugar y momento en un inmenso cenáculo de donde salgamos contigo llenos de entusiasmo a proclamar en todas nuestras casas, ciudades, aldeas y campos el advenimiento del año de gracia  que nos da el Señor.
Amen,

18 de noviembre de 2009-11-18

+ Ubaldo Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo
Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana

NOTAS


Cf. Carta Pastoral  con motivo del tricentenario de la presencia evangelizadora en el Zulia de  Nuestra Señora de Chiquinquirá, octubre 2009-

Mons. Mario Moronta, Mensaje Por la Paz y la Justicia, 13 de noviembre de 2009-

Mons. Domingo Roa Pérez, Circular al Clero y a los fieles de la Arquidiócesis de Maracaibo, 16 -12-1969,  Boletín eclesiástico, enero-febrero 1970, No 295, pp. 9-11

Cf. Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey

  Jean Vanier, Drawn into the Mystery of Jesus, through the Gospel of John, Paulist Press, NY 2004, pp. 324-325

 

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