mons. Santana

MONSEÑOR UBALDO SANTANA
Arzobispo de Maracaibo, Venezuela

 

HOMILIA EN LA
MISA CRISMAL

Maracaibo, 13 de abril de 2006

LA IGLESIA PARTICULAR:
UN MANANTIAL DE AGUA VIVA

Esta mañana nuestra Iglesia marabina aparece ante nuestros ojos con toda su deslumbrante hermosura, ataviada como la joven esposa del Salmo 45 con el oro más fino de Ofir. La misa crismal, mis queridos hermanos y hermanas, es una de las celebraciones eucarísticas más relevantes de todo el año litúrgico. Cada eucaristía sin duda tiene igual valor e importancia porque como siempre lo ha enseñado la Iglesia Católica, la eucaristía es “el sacrifico mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús que El instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su muerte y Resurrección.” (Compendio del Catecismo No. 271).

Pero la misa crismal ocupa un lugar central en la vida de la iglesia diocesana. Efectivamente, ante los ojos de nuestra fe, se despliega en toda su riqueza simbólica y sacramental el misterio de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Al concelebrar con los presbíteros de la diócesis, recibir la renovación de sus promesas sacerdotales, bendecir los óleos y consagrar el santo crisma, el obispo pone de manifiesto la plenitud de su sacerdocio.

Al renovar solemnemente ante toda la asamblea cristiana sus promesas sacerdotales, todos los presbíteros se presentan ante el pueblo fiel como próvidos cooperadores del orden episcopal, manifiestan la estrecha unión que los une a su pastor y reafirman la fraternidad existente entre unos y otros.

En esta eucaristía obispo, sacerdotes y diáconos renovamos nuestro compromiso de ser santos y de trabajar con ardor y celo para que en nuestra iglesia se vaya haciendo cada vez más realidad su vocación de ser casa, taller y escuela de comunión. El Mensaje de este año de la Comisión Episcopal del Clero nos lo recuerda: “hoy más que nunca hemos de ser hombres de comunión con Dios, la Iglesia y la humanidad. Con Dios, de quien recibimos la llamada y la gracia para poder ser fieles en el ejercicio ministerial. También porque hemos de llevar a todos a la comunión con la Santísima Trinidad. La comunión con la Iglesia, nos hace que actuemos en su nombre y la amemos de todo corazón. El amor a la Iglesia se debe manifestar en cada una de las expresiones de nuestro ministerio, de tal manera que la gente sienta los efectos de la misión evangelizadora de ella. La comunión con la humanidad se tiene que expresar en la caridad pastoral, que refleja el amor del Buen Pastor, quien es capaz de dar su vida por la grey” (Mensaje de la Comisión Episcopal del Clero).

Y al calor de esta experiencia intensa de ser iglesia de Cristo, los convido a todos esta mañana a dar gracias al Señor por los cuarenta años de la creación de la Arquidiócesis de Maracaibo, acontecimiento que tuvo lugar el 30 de abril de 1966 mediante la bula “Regimine suscepto” de su S.S. el Papa Paulo VI

Bendigamos también al Señor por la ejemplar figura sacerdotal de Mons. Olegario Villalobos, quien cumple 35 años de haber sido llamado a la casa del Padre Dios. Es una figura de alta ejemplaridad sacerdotal, fogoso pastor de almas, vicario general, fundador del Hogar San José de la Montaña y del Hogar –Clínica San Rafael, promotor de las peregrinaciones diocesanas al santuario de la Virgen de Coromoto en Guanare, iniciador del templo parroquial que lleva en Maracaibo el nombre de la patrona nacional, fundador de la Acción Católica, fundador Voz de la Fe, primera emisora católica del país y a través de la cual introdujo el rezo del santo rosario en los hogares zulianos, promotor de la construcción del Palacio Episcopal, organizador de la Junta pro coronación de la Virgen de Chiquinquirá, iniciador del periodismo religioso a través de la hojita parroquial de Santa Bárbara. ¡Bendito sea el Señor por tan buen y diligente servidor de su causa!

Y pasando a los tiempos hodiernos es causa de justa alegría las bodas de plata sacerdotales de dos esforzados sacerdotes de nuestro presbiterio: Los Pbros. Danilo Calderón, párroco de Santa Bárbara y Canciller de la Arquidiócesis y Ovidio Duarte, párroco de S. Antonio Ma. Claret y Director del Secretariado Arquidiocesano de Medios de Comunicación Social. Que el Espíritu haga fecunda su labor en esta viña marabina.

La bendición de los óleos de los enfermos y de los catecúmenos así como la consagración del santo crisma por parte del Obispo en presencia de su presbiterio y de la asamblea cristiana, pone también de manifiesto la dimensión servicial del sacerdocio ministerial vivido y transmitido por Jesús a sus apóstoles y por medio de ellos a sus sucesores y sus colaboradores inmediatos, los presbíteros. El Evangelio de Lucas que se acaba de proclamar, nos presenta el modelo mesiánico escogido por Jesús: el del Servidor de Yavé, ungido por el Espíritu y enviado “para llevar la buena noticia a los pobres, anunciar la libertad a los presos, dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a anunciar el año de gracia del Señor” ( Lc. 4, 18).

Después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les revela a sus apóstoles que descubrirán la fuente de la verdadera felicidad si “entienden estas cosas y las ponen en práctica”. (Jn. 13,16). Como Cristo mismo, como la Iglesia, los ministros ordenados encontramos nuestra felicidad no en ser servidos ni en servirnos a nosotros mismos sino en servir a los demás.

De esta manera, mis queridos hermanos, la misa crismal no solo pone de manifiesto la naturaleza de la iglesia sino que también expresa cómo el Señor Jesús por medio del Espíritu Santo la hace crecer incesantemente mediante la comunicación de toda clase de dones, carismas, servicios y funciones, para gloria del Padre y crecimiento de su cuerpo místico(cf. Efe. 4,12).

La gracia sacramental que brota de esta eucaristía es como ese río de agua viva que según el vidente del libro del Apocalipsis, era claro como el cristal y brotaba del trono de Dios y del cordero: “a cada lado del río crece el árbol de la vida, que da fruto cada mes, es decir doce veces al año; y las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones. Ya no habrá allí nada puesto bajo la maldición” ( Ap.22,1-5).

Exulto de alegría al pensar cómo, a lo largo de este año, por la fuerza de estos sacramentos, el testimonio de vida y el servicio sacerdotal del obispo, de los presbíteros y de los diáconos, la salvación de nuestro Señor Jesucristo se derramará por los cuatro costados de nuestra geografía zuliana.

En cualquier parte a donde llegue esta corriente habrá todo género de vida. Nacerán nuevos hijos de Dios con los bautizos, jóvenes y adultos se revestirán de la armadura de la militancia cristiana en las confirmaciones, innumerables pródigos arrepentidos serán abrazados en el manto de la misericordia divina en innumerable confesiones. Miles de invitados a la mesa eucarística se saciarán del alimento bajado del cielo. Gran número de jóvenes parejas recibirán por el sacramento del matrimonio la gracia de Jesús para introducir en medio de las realidades del mundo la fuerza salvadora de su amor fiel, incondicional y eterno. Varones probados recibirán por imposición de manos y la oración consecratoria la gracia del ministerio presbiteral y episcopal para servir al pueblo santo de Dios “in persona Christi capitis”.

¡Que sobreabundancia de dones nupciales le hace Jesús a su esposa-iglesia marabina para que pueda cumplir plenamente su misión! A El la gloria por siempre. ¡Cuánto necesitamos, mis queridos hermanos, ser fieles a tan gran abundancia de amor de parte de Dios para seguir sembrando el Reino de Dios en los sembradíos zulianos!

Motivos nos sobran. Tres parroquias de nuestro centro histórico, San Pedro y San Pablo, hoy catedral metropolitana, San Juan de Dios y Ntra. Sra. De Chiquinquirá, nuestra basílica, y Santa Bárbara-Inmaculada Concepción están cumpliendo 200 años de su creación. Las tres fueron fundadas por el Obispo de Mérida-Maracaibo, Mons. Santiago Hernandez Milanés en 1806. Queremos celebrar este triple bicentenario por todo lo alto con la puesta en marcha de un Plan trienal de Pastoral. Dentro de ese Plan incluiremos también la temática de la próxima Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se escenificará, Dios mediante, en la ciudad mariana de Aparecida, Brasil, en mayo del 2007. Con el Plan Pastoral asumiremos el espíritu y el contenido del recién concluido Concilio Plenario de Venezuela y montaremos la plataforma apropiada para lanzarnos a partir del 2009 en un proyecto arquidiocesano de renovación pastoral de mayor alcance. Como coronamiento celebrativo del camino pastoral recorrido en esos tres años se realizará un Congreso Mariano Nacional.

Otro motivo dicho con las palabras del profeta Amos: “Que fluya como agua la justicia, y la honradez como un manantial inagotable” (Am. 5, 24). La región zuliana, Venezuela están agobiadas por el acoso del odio, de la violencia y del desprecio a la vida humana. Contemplamos atónitos cómo aumentan los muertos los fines de semana, se enseñorean del país las bandas delictivas, se masacran y se eliminan sumariamente los internos en los centros de reclusión.

Lamentablemente estamos cosechando lo que hemos venido sembrando en estas últimas décadas. Hemos perdido el temor de Dios, hemos entronizado la idolatría del dinero, le hemos dado más importancia a las cosas que a la persona humana, hemos aceptado que los Medios de comunicación social nos presenten toda clase de crímenes como algo normal. Se promueve desde instancias legislativas leyes permisivas que por un lado legalizan el aborto, la eutanasia y por otro intentan expulsar a Dios de las escuelas y proscribir la educación religiosa escolar. ¿Tenemos que extrañarnos entonces si después de sembrar vientos cosechamos tempestades?

Por tal razón nadamos sin duda en abundancia de petrodólares, ostentamos cifras asombrosas de crecimiento macroeconómico pero somos unos enanos en convivencia inclusiva, en respeto mutuo, en reconocimiento de la dignidad humana, en honestidad y en capacidad de desarrollo de un Estado justo y solidario.

Nuestro país está necesitando a gritos una iglesia renovada, un cuerpo episcopal unido, sacerdotes santos dedicados de lleno al anuncio del evangelio, a la santificación del pueblo cristiano y al servicio caritativo en nombre de Jesús. Nos urge entregarle a este país lo que nosotros le podemos dar. Como Pedro y Juan le anunciaron al paralítico de la Puerta Hermosa en el templo de Jerusalén, nosotros también le podemos decir a nuestro pueblo: “Oro y plata no tengo pero lo que tengo de lo doy: en nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” ( Hech. 3,5) El único tesoro que podemos entregarle a Venezuela es Jesucristo: El amor de Jesucristo, el perdón de Jesucristo, la salvación de Jesucristo, la paz de Jesucristo.

Y hemos de hacerlo con nuestra vida, nuestro ejemplo y nuestro testimonio fiel hasta la muerte. Abandonemos la idea de querer influir en los demás con retóricas, discursos e imposiciones. Ofrezcamos más bien lecciones limpias, testimonios de vida concretos y sencillos de mayor comunión, aceptación y entendimiento entre nosotros, entre nuestras comunidades, parroquias y movimientos. Nuestras comunidades aún esperan ese testimonio porque prevalece aún entre nosotros el espíritu parroquialista, la mentalidad caciquista y autoritaria, regida por la autosuficiencia y el rechazo a aprender de los demás; la tendencia a encerrarnos en grupos elitescos donde solo ondean las banderas de nuestros adictos.

El Señor está con nosotros. El no nos ha abandonado. Camina en medio de nuestras familias atribuladas. Por eso hoy los invito a no dejarse envolver por la desesperación, el miedo, el odio y la violencia y a emprender con mayor decisión la ruta para construir esa ansiada iglesia casa, taller y escuela de comunión, manantial de agua fresca donde vengan a saciarse todos los que tengan sed de paz, de justicia y de amor fraterno y andan agobiados por toda clase de tribulaciones.

Que el ejemplo de hombres de Dios el obispo siervo de Dios, Arturo Celestino Alvarez, cuyo corazón reposa en esta catedral, el Arzobispo Domingo Roa Pérez, ardoroso discípulo y misionero de Jesucristo, nos animen y nos inspiren para que continuemos con ahínco la labor realizada por ellos en tiempos tan difíciles como los nuestros. Que Santa María, la madre que siempre ha caminado a nuestro lado y nos dispensa su amor y su ternura, nos contagie su fe en Dios para quien no hay nada imposible, que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, es fiel a su alianza con su pueblo y cumple sin fallar sus promesas de salvación. A El la gloria, la alabanza y el poder por los siglos de los siglos. Amen

Maracaibo, 13 de abril de 2006

+ Ubaldo Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo

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