¿Qué significa resucitar?
¿Cómo serán nuestros
cuerpos resucitados?

La liturgia de la Resurrección de Cristo es la más bella e imponente de todo el Calendario Litúrgico. En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación, ya que si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor.15,14) ... y también nuestra esperanza. Pero sabemos que Jesucristo no sólo ha resucitado, sino que nos ha prometido resucitarnos también a nosotros.

Así nos explica el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, la resurrección, es decir, el misterio de nuestra futura inmortalidad.

¿Qué significa resucitar?

En la muerte, que es la separación del alma y el cuerpo, el cuerpo humano cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a nuestras almas. Esto, en virtud de la Resurrección de Jesús (N.C.#997).

Es de hacer notar que hay una diferencia entre "resurrección" y "revivificación". ¿Cuál es esa diferencia? Pensemos, por ejemplo en la llamada "resurrección" de Lázaro (Jn. 11, 1-44) o en la del hijo de la viuda de Naím (Lc. 7, 12-1-15). ¿Fueron éstas "resurrecciones" en el sentido que nos explica el Catecismo? ¿Las almas de estos dos se unieron a cuerpos glorificados, como el del Señor en su resurreción? Ciertamente cuerpo y alma fueron unificados nuevamente y volvieron a la vida, pero volvieron a esta misma vida, no a la vida en gloria en el Cielo. Tanto es así que Marta, la hermana de Lázaro, le responde a Jesús: "Yo sé que mi hermano resucitará en la resurrección de los muertos, en el último día". Pero el Señor al hablar de "resucitar" a Lázaro se refería a volverlo, como de hecho lo hizo, a esta misma vida terrena. También fue así para el hijo único de la viuda del pueblo de Naím.

¿Cómo será nuestra resurrección?

 "Ciertamente el 'cómo'", nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica,     "sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe". (#1000)

Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy Yo mismo" (Lc.24,39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarán con su propio cuerpo, el que tienen ahora, pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria" (Flp.3,21), "en cuerpo espiritual" (1 Cor.15,44) (N.C.#999).

La resurrección tendrá lugar en un instante. "Yo quiero enseñarles este misterio: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados, en un instante, cuando toque la trompeta (Ustedes han oído de la Trompeta que anuncia el Fin). Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos se levantarán, y serán incorruptibles" (1a. Cor. 15, 51-52).

Este dogma central de nuestra fe cristiana no sólo nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, del cual hemos tomado las anteriores citas textuales, sino que la esperanza de nuestra resurrección y futura inmortalidad se encuentra en textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

En el Libro 2 de los Macabeos vemos como siete hermanos, que estaban siendo torturados y muertos delante de su madre, se sentían consolados y fortalecidos en la seguridad de su futura resurrección. Respondían así al rey que los asesinaba en medio de horribles suplicios: "Más vale morir a manos de los hombres y aguardar las promesas de Dios que nos resucitará ... nos dará una vida eterna; tú, en cambio, no tendrás parte en la resurrección para la vida" (2 Macabeos 7, 1-42).

 Más aún, Jesucristo mismo nos ha dejado la doctrina de nuestra futura resurrección en términos muy claros: "No se asombren de esto: llegará la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Mi Voz. Los que hicieron bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron mal, resucitarán para la condenación" (Jn. 5, 28-29).

Esta diferenciación en los resucitados la había anunciado ya el Profeta Daniel: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo” (Dn. 12, 2).

¿Quiénes resucitarán?

 Todos los hombres que han muerto (N.C. #998). Unos para la condenación y otros para la salvación.

¿Cómo serán nuestros cuerpos resucitados?

1. Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos cuerpos pero en un nuevo estado.

2. Los cuerpos resucitados serán inmortales y sin defecto.

¿Qué sucede con los cuerpos que han tenido mutilaciones o que han sido destruidos por un incendio o un accidente de aviación?

Si Dios pudo crear todo de la nada, ¡cómo no va a ser posible para Dios reunir elementos dispersos de nuestra naturaleza humana! Si Dios es Todopoderoso (dogma de fe) y nos ha prometido resucitar, lo hará. ¿Cómo lo hace? No sabemos cómo, pero lo hace.

Sobre la reposición de los miembros faltantes del cuerpo humano hay una tradición al respecto desde el Antiguo Testamento. Los hermanos Macabeos que fueron torturados, entre otras cosas, mediante mutilaciones exclamaban durante su tortura: "Estos miembros que ahora nos quitan los tenemos del Cielo ... y esperamos recibirlos nuevamente de Dios" (2 Mac. 4,11). Job, que también fue martirizado en su cuerpo, conocía y creía en el misterio de la resurrección. Había perdido la piel y exclamaba: "Seré nuevamente revestido con mi piel y en mi propia carne veré a Dios (Job 19, 26).

 Para tener una idea de cómo serán nuestros cuerpos resucitados, veamos, entonces, cómo es el cuerpo glorioso de Jesucristo. Era ¡tan bello! el cuerpo glorioso de Jesucristo que no lo reconocían los Apóstoles ... tampoco lo reconoció María Magdalena. Y cuando el Señor se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan en el Monte Tabor, mostrándoles todo el fulgor de Su Gloria era ¡tan bello lo que veían! ¡tan agradable lo que sentían! que Pedro le propuso al Señor hacerse tres tiendas para quedarse a vivir allí mismo. Así es un cuerpo glorioso.

 Conocemos de otro cuerpo glorioso: el de la Madre de Dios, que fue subida al Cielo en cuerpo y alma. Los videntes que dicen haber visto a la Santísima Virgen -y la ven en cuerpo glorioso, como es Ella después de haber sido elevada al Cielo- se quedan extasiados y no pueden describir, ni lo que sienten, ni la belleza y la maravilla que ven. Así es un cuerpo glorioso.

Si comparáramos nuestros cuerpos resucitados con nuestros cuerpos actuales, los futuros tendrán cualidades propias de los cuerpos espirituales, como por ejemplo, la capacidad de transportarse instantáneamente de un sitio a otro y de penetrar cualquier sustancia material. Más importante aún, ya no se corromperán, ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca más. Pero, por encima de todo esto, brillarán con gloria, como el de Jesucristo el Señor y el de su Santísima Madre.

San Pablo tuvo que ocuparse de este tema al escribirle a los Corintios: "Algunos dirán: ¿cómo resucitan los muertos?, ¿con qué tipo de cuerpo salen? ... Al enterrarse es un cuerpo que se pudre; al resucitar será tal que no puede morir. Al enterrarse es cosa despreciable; al resucitar será glorioso. Lo enterraron inerte, pero resucitará lleno de vigor. Se entierra un cuerpo terrenal, y resucitará espiritual ... Adán por ser terrenal es modelo de los cuerpos terrenales; Cristo que viene del Cielo, es modelo de los celestiales. Y así como nos parecemos ahora al hombre terrenal, al resucitar llevaremos la semejanza del hombre celestial ... cuando nuestro ser mortal se revista de inmortalidad y nuestro ser corruptible se revista de incorruptibilidad" (1a.Cor 15, 35-58).

        Re-encarnación o inmortalidad

Ante la promesa del Señor de nuestra futura inmortalidad al ser resucitados con El, y ante la maravilla de lo que serán nuestros cuerpos resucitados ¿cómo a los hombres y mujeres de hoy, puede ocurrírsenos que re-encarnar en otro cuerpo terrenal, decadente y que volverá a morir puede ser más atrayente que resucitar en cuerpos gloriosos con Cristo Jesús?.

Pero la re-encarnación se nos está introduciendo de manera muy profusa a través de todos los medios de comunicación social. Sin embargo, la re-encarnación es un mito, un error, una herejía, un embuste; como diría San Pablo: "una patraña".

 Debemos los cristianos descartarla de las creencias que solemos tomar de fuentes no cristianas, y que vienen a contaminar nuestra Fe. Porque cuando comenzamos creyendo que es posible, deseable, conveniente o agradable re-encarnar, ya estamos negando la resurrección. Y nuestra esperanza está en resucitar con Cristo, como El nos lo ha prometido ... no en re-encarnar.

 La re-encarnación niega muchas cosas, parece muy atractiva esta falsa creencia, este mito. Sin embargo, si en realidad lo pensamos bien ... ¿cómo va a ser atractivo volver a nacer en un cuerpo igual al que ahora tenemos, decadente y mortal, que se daña y que se enferma, que se envejece y que sufre ... pero que además tampoco es el mío?.

 Aun partiendo de una premisa falsa, suponiendo que la re-encarnación fuera posible, si no fuera un mito, una patraña, ¿cómo podemos los hombres, pero sobre todo los cristianos que tenemos la seguridad y la promesa del Señor de nuestra futura resurrección, pensar que es más atractivo re-encarnar, por ejemplo, en un artista de cine, o en un millonario, o en una reina ... que resucitar en cuerpos gloriosos?.

Tenemos que tener claro los cristianos que la re-encarnación está negada en la Biblia. En el Antiguo Testamento: "Una sola es la entrada a la vida y una la salida" (Sabiduría 7, 6). San Pablo en su Carta a los Hebreos dice: "Los hombres mueren una sola vez y después viene para ellos el juicio: los que hicieron bien saldrán y resucitarán para la vida, pero los que obraron mal resucitarán para la condenación" (Hebreos 9,27).

Pero, además, ¿no nos damos cuenta de lo que recitamos en el Credo todos los domingos? Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna. (Credo de los Apóstoles). Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. (Credo de Nicea).

Cuando haya tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueren una sola vez" (Hb. 9,27). No hay "re-encarnación" después de la muerte. Así lo dice textualmente el Catecismo de la Iglesia Católica (#1013).

¿Llegaremos a ser inmortales?

La visión realista de la muerte se expresa clarísimamente en la Liturgia de Difuntos de la Iglesia: La vida de los que en Tí creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo.

Por la muerte el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos el último día. (Nuevo Catecismo #1016).

Nuestra vida no termina con la muerte, pues hay otra Vida después de esta vida. La muerte es sólo el paso a la otra Vida, que no termina, sino que es eterna. La muerte, entonces, no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Por eso la muerte no tiene que ser vista como algo desagradable, pues es nuestro encuentro definitivo con Dios.

Nuestra meta, entonces, es llegar al Cielo, ese lugar/estado que "ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar Dios tiene preparado para aquéllos que le aman" (1 Cor 2,9). Así es el Cielo: indescriptible, inimaginable, insondable, inexplicable para el ser humano, pues somos limitados para comprender lo ilimitado de Dios. Y el Cielo es básicamente la presencia de Dios.

Al morir, nuestra alma se separa del cuerpo. El alma pasa a la Vida Eterna: o al Purgatorio para posteriormente pasar al Cielo, o al Cielo directamente, o al Infierno. Y el cuerpo, que es material, queda en la tierra, bien descomponiéndose o bien hecho cenizas si ha sido cremado.

Sin embargo, la Resurrección de Jesucristo y la Asunción de la Virgen María al Cielo, nos recuerdan la promesa del Señor de nuestra resurrección: resucitaremos como El. Y ¿qué significa resucitar? Resurrección es la re-unión de nuestra alma con nuestro cuerpo glorificado. Resurrección significa que Dios dará a nuestros cuerpos una vida distinta a la que vivimos ahora, pues serán cuerpos incorruptibles, al unirlos a nuestras almas. (cfr. Catecismo #997).

Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos cuerpos, pero en un nuevo estado: inmortales, sin defecto, ya no se corromperán, ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca más. Serán cuerpos gloriosos. Y llegaremos a ser inmortales.

Indice
7.- ¿Cuándo será
nuestra resurrección?
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