Envejecer
PUERTA AL INFINITO

Saber envejecer (III)

Alicia Alamo Bartolomé

Indudablemente que la disminución de las facultades motoras, sensoriales y mentales son las realidades más duras de aceptar en la vejez.  Empezamos a recordar con nostalgia cuando podíamos hacer esto o lo otro, o como comenta mi hermano: la rana de la laguna“¡Qué sabroso era cuando podíamos hablar de corrido!” Sí, porque entramos en la etapa del olvido de palabras y alguien tiene que ayudarnos a encontrar la que tenemos perdida. Otra hermana dice con gracia: “Yo me la paso como las ranas… ¡de laguna en laguna!” Esos vacíos momentáneos que nos impiden redondear una frase son otra fuente de mortificación y, sin embargo, ¡hay tanto de bueno en estas debilidades!

A algunos les parecerá una locura la última frase del párrafo anterior, pero no es así, porque Dios no pone nada inútil en nuestras vidas. Si permanecemos aquí por algo será, tenemos aún una misión por cumplir. Abuelo leyendo a su nietaCon los muchos años encima –aunque mi padre decía que no tenía ninguno, porque los había dejado pasar sin quedarse con ellos- llegamos al tiempo de ofrecer. Hermoso tiempo, porque los ancianos y enfermos, en su aparente inactividad, son para la Iglesia como la savia y las raíces de los árboles: nutren en medio del silencio y la oscuridad.

¡Y hay tantos motivos de ofrecimiento! Un mundo que se debate entre guerras, persecuciones, intolerancia, odio, venganza, opresión. El impresionante deterioro moral de las costumbres; la disolución del matrimonio y la familia; hambruna en varias regiones; el abandono de los débiles sin recursos sanitarios mínimos y así expuestos al exterminio. Anciano orandoY todo bajo la egoísta indiferencia de los poderosos. ¡Clama al cielo!, decimos como frase hecha, ¿pero acaso no podemos realmente clamar poniendo como ofrenda  en el altar de Dios nuestros sufrimientos? ¡Hermosa y eficaz oración de quienes en apariencia no pueden nada, pero que lo pueden todo por la fe en quien todo lo puede!

Y si llegamos a la inacción total, a la silla de ruedas o a la inmovilidad de una cama sin posible retorno a la verticalidad, todavía podemos ser eficaces con la fuerza de la oración. Ensilla de ruedasEstamos entonces en la era de la pasibilidad creadora, nutriente, porque a cada movimiento imposible o doloroso podemos penetrar el cielo con una jaculatoria encendida. Es la hora de orar, de orar siempre, no sólo por las grandes tragedias, sino por tantos obstáculos y sufrimientos cotidianos de familiares y amigos.

Y la hora también no sólo de la petición mental, privada, sino de la recitada con palabras de la tradición y la Iglesia. Es la hora de aferrarse a la Virgen y piropearla con amor en el santo rosario. Rezando el RosarioTenemos tiempo, ¿por qué entonces no rezar, a través de la jornada, los 20 misterios y no sólo los 5 del día? Meditar los misterios es la melodía del rosario; la monótona repetición de las avemarías es el acompañamiento; el todo es una gloriosa sonata a María.

Como ya no se tienen fuerzas, ni capacidades físicas y muy pocas mentales, es también la hora de aplicarse al exclusivo oficio de amar. Así me lo recordó oportunamente una persona docta con quien comentaba mis limitaciones de anciana. Me remitió a la estrofa 19 del “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz:

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

¡Y se me abrió una puerta al infinito!

Puerta al Infinito

 

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